EDUCACIÓN RELIGIOSA

La Biblia fomenta los valores más elevados

Los sabios consejos de la Biblia no tienen comparación. Las normas morales por las que aboga son insuperables. Sus recomendaciones son siempre provechosas, y han resistido la prueba del tiempo. Algunos consejos bíblicos sensatos son trabajar duro, ser honrado, usar el dinero sabiamente y no ser perezoso (Proverbios 6:6-8; 20:23; 31:16).
Siguiendo esa misma línea, Jesús recomendó: “Dejen de acumular para sí tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el moho consumen, y donde ladrones entran por fuerza y hurtan. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni polilla ni moho consumen, y donde ladrones no entran por fuerza y hurtan” (Mateo 6:19, 20).
Ese oportuno consejo es tan válido hoy en día como lo fue hace dos mil años. En vez de vernos entrampados por el afán de conseguir riquezas, buscar cómo enseñar valores a los niños y jóvenes; tenemos la posibilidad de beneficiarnos de seguir un modo de vida superior. La clave está en acumular tesoros espirituales, que llevan a una vida de verdadera felicidad y satisfacción. ¿Cómo lograrlo? Leyendo la Palabra de Dios, la Biblia, y poniendo en práctica sus enseñanzas.

Los valores espirituales y sus recompensas

Cuando nos regimos por valores espirituales, obtenemos beneficios físicos, emocionales y espirituales. Tal como la capa de ozono de la atmósfera terrestre nos sirve de escudo contra los rayos solares dañinos, los principios morales sólidos nos protegen al exponer los efectos peligrosos del materialismo. El apóstol cristiano Pablo escribió: “Los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores” (1 Timoteo 6:9, 10).
La persona materialista pretende conseguir más dinero, posición y poder. Con mucha frecuencia recurre a medios tortuosos y fraudulentos para lograr dicho objetivo. La búsqueda de riquezas le roba tiempo, fuerzas y aptitudes, familias desintegradas, delincuencia juvenil, drogadicción e incluso el sueño (Eclesiastés 5:12). No hay duda de que el afán de tener más supone un obstáculo. El hombre más grande de todos los tiempos, Jesucristo, señaló claramente cuál era el mejor camino: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3). Sabía que las riquezas espirituales producen recompensas permanentes y son mucho más importantes que las ganancias materiales pasajeras (Lucas 12:13-31).

Los valores no son innatos; debemos aprenderlos de nuestros semejantes o de una fuente superior. Por eso, la educación bíblica puede transformar toda nuestra perspectiva con respecto a los bienes materiales. Don, que anteriormente era banquero, asegura: “Aprendí a replantearme mis valores y a estar contento con lo básico”.

Las presiones que afrontan los jóvenes de hoy

LA ADOLESCENCIA es una etapa de la vida que puede resultar bastante difícil, incluso en las mejores circunstancias. Durante la pubertad, los jóvenes se ven invadidos por una serie de emociones y sentimientos nuevos. Afrontan presiones diarias de parte de maestros y compañeros. Se ven expuestos a la incesante influencia de la televisión, el cine, la música e Internet. De ahí que un informe de las Naciones Unidas defina la adolescencia como “una fase de transición que suele caracterizarse por el estrés y la ansiedad”.
Lamentablemente, los jóvenes carecen por lo general de la experiencia necesaria para sobrellevar bien el estrés y la ansiedad (Proverbios 1:4). Y si no reciben la dirección apropiada, pueden caer con facilidad en diversos tipos de conducta destructiva. Por ejemplo, el citado informe de la ONU dice: “Los estudios indican que el problema de la droga a menudo comienza durante la adolescencia o al inicio de la edad adulta”. Lo mismo puede decirse de otras formas de mala conducta como la violencia y la promiscuidad sexual.
Sería un lamentable error que los padres pensaran que eso solo sucede entre “los pobres” o en ciertos grupos étnicos en particular. Los problemas que experimentan los jóvenes hoy trascienden las barreras económicas, sociales y raciales. “Si usted cree que un ‘delincuente juvenil’ solo puede ser un chico de 17 años perteneciente a alguna minoría de un barrio marginal, cuya madre es pobre y depende de la asistencia social, no está al día con la realidad”, dice el escritor Scott Walter. Y añade: “El niño problemático de nuestros días puede ser blanco, vivir en un hogar de clase media o clase media alta, tener menos (mucho menos) de 16 años y puede incluso ser una niña”.
Pero ¿por qué corren peligro de caer en esos tipos de conducta tantos jóvenes? ¿Acaso la juventud de otras generaciones no estaba también expuesta a problemas y tentaciones? Claro que sí, pero vivimos en una época que la Biblia cataloga como “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1-5). Los jóvenes de hoy afrontan circunstancias y presiones exclusivas de esta época particular de la historia. Examinemos algunas de ellas.